El secreto de las plantas cultivadas

En el tiempo de antes no había cultivos, solo pepas de monte. La gente uitoto pasaba hambre.

Yiida Buinaima era el único que tenía el conocimiento de las plantas cultivadas y quiso enseñarle a su tío Monaya Jurama. Pero en lugar de hacerlo, enamoró a escondidas a su hija, llamada Monaya Tirizaï. La joven comía en secreto los frutos que Buinaima le ofrecía cuando se encontraban y jugaban. Hasta que un día Monaya Tirizaï quedó embarazada. Su madre lo notó y le preguntó:

—¿Quién es el padre de tu hijo? —pero la joven no respondió.

Una mañana la madre le pidió a Monaya Tirizaï que le trajera agua del río en un cernidor. La muchacha no quería, pero finalmente obedeció. Recogía el agua y por el camino se le salía del cernidor, así que tenía que devolverse al río. Duró horas y horas yendo y viniendo.

Mientras tanto su madre aprovechó para buscar al enamorado. Examinaba por aquí, revolvía por allá, hasta que vio el banquito donde Monaya Tirizaï se sentaba a tejer. Lo levantó y allí mismo encontró un agujero donde se escondía Yiida Buinaima convertido en lombriz.

Entonces, calentó agua, la derramó en el agujero, y así mató al joven Buinaima, quien se fue al mundo de abajo. Cuando Buinaima moría, su amada Monaya Tirizaï oyó una señal; un trueno lejano le advirtió que debía regresar.

Una vez en casa, la muchacha buscó a su enamorado por todas partes sin encontrarlo. Esa noche soñó con él.

—Tu madre me engañó —le dijo Buinaima en el sueño—. Tu madre me engañó y ya no podré estar contigo. Quería darles un don, pero me mataron. Ahora vas a tener un hijo mío y será él quien transmita el conocimiento de las plantas cultivadas. Vete de aquí, vete a casa de mi madre, tu tía. Allá cuidarás al niño.

Monaya Tirizaï así lo hizo. Cuando el niño nació, su madre vio que tenía la rodilla redonda como el casabe y en su cuerpo estaban marcadas las distintas formas de preparar la yuca. La joven recibió el conocimiento del cultivo, pero lo mantuvo oculto hasta que cierta vez se le cayó una venita de la yuca y una hormiga la recogió. Iba la hormiga cantando con su pedacito de yuca cuando pasó al lado del padre de Monaya Tirizaï. Este la recogió, la olió y se la mostró a la gente. Así supieron que había comida. El padre de Monaya Tirizaï, bravo porque había estado aguantando hambre y nadie le compartía alimento, fue a donde el sabio a preguntarle de dónde venía este pedazo de yuca. El sabio le contestó, “Yiida Buiaima te iba a compartir el secreto, pero tu mujer lo mató. En señal dejó a su hijo, que es la semilla de yuca”.

El niño creció, se convirtió en árbol y cuando lo tumbaron hubo comida para todos: uva, piña, caimo, maraca, guama. Desde entonces la gente uitoto no volvió a sentir hambre pues ya tenía el don de las plantas cultivadas.

 

Abuelo Julio Rivera. Fernando Urbina (adaptación).